Permitido disparar al pianista [por Josep Jover]


Josep Jover es el abogado que le ganó el pulso del canon digital a las entidades de gestión españolas ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Un infatigable defensor de la sociedad digital abierta que además preside APEMIT (Asociación Española de Pequeñas y Medianas Empresas de Informática y Nuevas Tecnologías).


Ahora también es colaborador de Nación Red.


En una de las diversas reuniones que sostuvimos los llamados “los de la Academia de cine”, Alex de la Iglesia contó la siguiente anécdota, que yo ya conocía anteriormente por haber sido explicada en su momento en una reunión de “Normalització Llingüistica”, en tiempos de la Consellera de Justìcia la Sra. Nuria De Gispert.

Pero volvamos al relato. En una inmediatamente anterior visita a la Academia de Cine, Mariano Rajoy, les contó lo siguiente.

Hace algunos años, antes de ser candidato a la presidencia de gobierno, antes de ser ministro y antes de ser Registrador, Mariano Rajoy trabajó como jurista para un prestigioso bufete de abogados madrileño, bufete que presumía y presume de grandes contactos en el país de Miky Mouse. En su virtud, le fué encargado por la Generalitat de Catalunya, (tiempos del Sr. Jordi Pujol) el negociar con los grandes estudios cinematográficos de Hollywood el doblaje al catalán de los films que éstos producían, para su estreno en Catalunya.

La reunión se concertó con el coordinador de los estudios cinematográficos americanos. Llegado el día de la reunión, ésta se realizó en una gran y cinematográfica sala. Rajoy expuso la voluntad y las razones de la Generalitat de Catalunya para que fueran doblados al catalán los films de estreno.
El “amigo americano”, sencillamente, fué a buscar un atlas y le pidió a Mariano Rajoy que señalara dónde quedaba Catalunya.

Visto el lugar del mapa, se dirigió a Mariano Rajoy y le espetó “Pues muy bien, a partir de ahora no estrenaremos ninguna película más en Catalunya”. A la gallega pregunta de “Y si si…? se respondió por parte del “capo americano” ...y si si…. “entonces le disparamos al pianista”.

Esta anécdota refleja bien a las claras el “modus operandi” y la falta de cualquier escrúpulo de las compañías que han gestionado la propiedad intelectual, en todos los ámbitos, durante el siglo XX. Y es que es consustancial con la idea “americana” y la filosofía del “destino manifiesto”. Por eso, el único “derecho humano” que reconoce la Constitución de los Estados Unidos de América del Norte es el derecho a la propiedad; propiedad que se permite defender a tiros o como haga falta. La propiedad intelectual, la autoría, es sólo una propiedad más, que se compra y se vende y se defiende a tiros… si es preciso. En esa visión americanizada, no hay dominio público, no hay patrimonio común. Todo es propiedad privada, hasta que deja de ser rentable.

De entrada, se fuerza realidad a “interés del propietario-autor” (que siempre es una gran compañía), y si eso no es suficiente, se redacta una legislación ad hoc, convirtiendo en delito lo que es simple relación entre partes. Y si esto no es suficiente… si los jueces dicen que el indígena tiene razón, que lo que hace es legal…. pues entonces se envía a un fiscal de Nueva York para que, pistola al cinto, y sin respeto ni manía alguna, elimine aquello que perturba. Ver asuntos “rojadirecta y ex-vagos”

La historia que les cuento no es nueva. Hollywood nació en California porque los primeros cineastas tuvieron que salir por piernas de Nueva York donde los pistoleros a sueldo de Edison les perseguían. El cine era propiedad intelectual suya. El lo había patentado.

No hemos mejorado mucho desde los tiempos de Edison. Hoy en día, un campesino indio va a la cárcel por guardar de un año para otro un puñado de semillas, semillas que están todas patentadas.

De esta historia hemos aprendido que los tenedores de la propiedad intelectual se sienten investidos de la absoluta razón para poner firmes a los políticos y fabricarse las leyes a su interés aunque perjudiquen los intereses nacionales. Eso sí, si les interesa a sus particulares intereses, se saltan todas las jurisdiciones a la torera y, sobretodo, disparan sin manías a quien se les pone delante. El consumidor crítico con el sistema es cuando menos un “pirata”.

Ahora bien, también nosotros hemos aprendido. Y hemos aprendido que, a diferencia de otras épocas y ocasiones, los sentimientos democráticos asentados en la mayoría de los países occidentales y sobretodo la sociedad digital, nos han dotado también de armas para también “poder disparar al pianista”.

Ellos no tienen ningún miramiento para con nosotros…. ¿lo hemos de tener nosotros para ellos?. Disparemos al pianista.

Foto | caliopedreams

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