Ser un talibán tecnológico no es guay, es triste

La tecnología genera verdaderas pasiones en sus consumidores, sean de donde sean, tengan la edad que tengan, o pertenezcan a cualquier nivel social o económico.

El ser partidario de la marca de los productos que utilizamos y alabar las ventajas que nos ofrece frente a los artículos de la competencia es tan normal como debatir sobre qué escudería o equipo de fútbol es nuestro favorito y porqué.

El que seas un exagerado fuera de todo sentido común, y tragues con tu marca de devoción lo que criticarías con toda justicia si el equipo llevara otro logotipo – o que te lleve hacer cola dos semanas para comprar la última versión de un producto – esto te puede señalar como fanboy.

Pero existe una clara línea roja que se cruza cuando la argumentación que se utiliza para señalar la superioridad de nuestra elección tecnológica está basada en el desprecio e insulto de las marcas “enemigas”. Esto te hace un talibán.

Poniendo las bases del análisis

Yo soy especialista profesional de tecnologías Microsoft, participo de forma activa en múltiples comunidades de ALM, desarrollo, y todo tipo de campos. Escribo en tres blog tecnológicos sobre temas relacionados y tengo un pequeño “punto” de Fanboy de la Marca.

Lo que me salva es que no dudo en alzar mi pluma para hacer críticas tremendas cuando creo que MS lo hace mal y que nunca he negado el valor y la curiosidad acerca de otras marcas.

Soy, lo que se llama un tecno adicto o supergeek.

Por ello, aunque casi siempre me siento más cómodo hablando de lo que utilizo a diario, no he dudado de rodearme tecnológicamente de todas las marcas de dispositivos, o al menos probarlos y utilizarlos si los resultados son satisfactorios.

Y por ser usuario avanzado y profesional de tecnología Microsoft, he tenido y sigo teniendo ataques furibundos de parte de talibanes.

Esto es una “basura

El talibán prototípico es aquel que ve la “batalla” en blanco o negro. Y la marca “enemiga” no es que sea mala y tenga defectos. Es que es una basura total y completa, sin ninguna cosa buena o que pueda dejar resquicio alguno a explicar por qué tanta gente la utiliza.

Así suelta contundentes frases como “Esta marca va a desaparecer en XX años, ya verás”, dicho con una sonrisa lobuna como si fuera a ganar dinero con ello, o su vida fuera a ser mejor.

“Los lectores de DVD con esta basura de sistema operativo los tengo que cambiar cada año”

En cambio, cuando habla de su marca es tan exagerada su benevolencia, que aun así debe de soltar alguna pulla:

“Sí, sí muy bonito el sensor. Pero en mi marca hay uno igual, más barato y que funciona mejor que esa mierda” (no ha usado nunca ninguno de los dos, y los dos son de nichos incomparables por sus diferencias).

-Es que esa basura de navegador no es compatible con HTML5.
-Ya, pero es que la versión que tienes es de hace 13 años.
-Pero la nueva tampoco
-Pero es que el estándar de HTML5 no está aún definido
-Da igual, con mi navegador sí que puedo abrir las páginas (hechas para mi navegador).

O aún peor, cuando estás hablando de recomendar un software y te suelta:

-Ya, pero el mío es Software Libre
–Y qué más da, tú eres de Sistemas y nunca vas a tocar el código
–Da igual el mío es más seguro y es gratis
–Pero es que el que recomiendo también es Open Source
–Pues entonces, lo hacen para que te acostumbres a la basura del suyo, para después cobrarte.

Como veréis no estoy entrando en nombres de marcas ni de tecnologías porque los talibanes están en todos los frentes de “su batalla”, y lo que vale para Microsoft, vale para Android, para Apple o para cualquiera.

Auto talibanes

Subiendo un paso más en la escalera del absurdo tenemos a los tecnólogos profesionales. Compañeros que viven día a día la tecnología de una marca y que, por causas que se me escapan, deciden tomar una postura absolutamente talibán sobre ella.

Obviamente hay que partir de la base de que todo lo que significa informática (tanto sistemas como desarrollo) tiene fallos, errores y cosas que se deberían eliminar, mejorar o corregir.

Pero el levantar la cabeza del teclado para solamente criticar de forma desaforada la herramienta, el lenguaje, el soporte, etc. te acerca rápidamente a caer en absurdos:

“Estos que han hecho esta librería (oficial de la plataforma) son unos malditos borrachos!!”

“Menuda mierda de ORM que no va a la velocidad de un procedimiento almacenado”

-Menuda basura de IDE de desarrollo, es lento como un caballo.
–Oye, que tienes la versión completa que te hace hasta tortillas de patatas con doscientos servicios arrancados simultáneos.
- ¿Y? Debería ir fluido como mi bloc de Notas en mi sistema operativo.

“Vaya basura de Gestor de código que no me deja borrar un proyecto” (que está compartiendo con todo el equipo). “Si es que en cualquier otra cosa se hace mejor, más fácil y más rápido”

“Todo es una mierda. Se les acaba el tiempo a estos. Si siguen por este camino, acabarán muy mal”

Al final siempre me quedo la impertinente pregunta de: y qué narices haces gastando tu tiempo y tu rabia en utilizar esta marca, si serias mucho más feliz con cualquier otra?

Qué se pierde un talibán

Fíjate que la primera señal de que estás ante un talibán es el lenguaje profundamente despreciativo con un trabajo que, indudablemente, es incapaz de reproducir.

Son personajes que, la mayoría de las veces, hablan desde una cúspide de arrogancia e ignorancia a partes iguales. Y que les encanta entrar en batallas semánticas en donde van a ir mezclando las churras con las merinas (un lenguaje con una plataforma tecnológica, por ejemplo) con el único objetivo de acrecentar su ego quitando todo valor a la capacidad de decisión y criterio del “enemigo” que se atreve a discutir su excelsa opinión.

Es decir, basan su autoestima en tratar como tontos e ignorantes a todo aquel que no de voces indignadas contra el origen de todos los males del mundo: la marca “enemiga”. Ya que ellos sí que saben, de forma absolutamente cierta, cuales son las miserias de esa basura que está realizada por verdaderos ineptos (no como ellos).

Por lo cual lo primero que pierde un talibán es la credibilidad.

El talibán está con las orejeras puestas para demostrar lo equivocados que estamos los demás por utilizar tecnologías diferentes a las que él considera puras y correctas. Y tarde o temprano cae en la exageración o en argumentaciones sin sentido común, lo cual lleva a que de forma natural sus palabras pierdan fuerza argumental y se le deje de considerar una fuente de conocimiento válida.

También pierde el disfrutar de las maravillas tecnológicas tanto de hardware como de software que emerge en este siglo XXI.

Sea la marca que sea, actualmente estamos en un periodo de dispositivos de Ciencia Ficción tanto en potencia, prestaciones, miniaturización, servicios y conectividad. Y dejar de tan siquiera probar una parte de ello, aun teniendo la oportunidad, meramente por el logotipo del fabricante es triste.

Por último pierden conocimiento, porque los verdaderos profesionales o gente a la que merece la pena escuchar (en la mayoría de los casos), no pierde el tiempo con talibanes. Así de duro, así de crudo.

Lentamente se les va dejando de lado. Se les da la razón “como a los locos”, pero tampoco se contesta a sus preguntas, a sus comentarios o a sus opiniones. Se convierte en el personaje cansino que convierte todo debate inteligente en uno del tipo “Salvame”, y al que finalmente se le manda al ostracismo.

Por ello, si alguien te llama talibán, antes de responder airadamente pregúntate si puede ser que estés entrando en una defensa absurda e hiriente de una tecnología que, en el fondo, no tienen ninguna importancia vital.

Porque ser un talibán no compensa por todo lo que te vas a perder, es solamente triste.

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