Esto es lo que falta para que ese troll que te amarga la vida acabe en la cárcel

Teclea con avidez mientras encaja con dificultad su trasero en la silla y una escalofriante sonrisa acude a su rostro. “Te vas a enterar, @pcadicto”, piensa mientras se regodea entre los dardos envenenados que acaba de escribir. “Ya casi estás fuera”, se jacta mientras repasa los mensajes que le ha estado enviando a su víctima en ese foro al que jamás volverá osar a entrar. Y siente poder, mucho poder.

Sí, el párrafo anterior describe a una clase de usuario que, por desgracia, se ha convertido en uno de los habituales de la red, un troll que incomoda a la comunidad, atacando a sus miembros y erigiéndose en una suerte de reyes que les convierte en el centro de atención y que, por desgracia, se lleva por el camino no pocos perjudicados. De hecho, tal es su repercusión, que algunos estados están empezando a considerarlos como auténticos criminales (aunque no siempre lo son). Sin embargo, parece que los expertos no se ponen de acuerdo; ¿es posible determinar lo que es troll y lo que no lo es? ¿Tiene sentido que sus acciones se persigan como delitos?

Nuestro punto de partida

Nuestro punto de partida ha estado motivado por la consulta que, a principios de marzo lanzó el Reino Unido y que propone hasta dos años de cárcel para estos sujetos. Unas medidas en las que la Fiscalía de la Corona (CPS por sus siglas en inglés) incluye la persecución de publicaciones ofensivas, falsas o indecentes capaces de causar angustia o ansiedad a su víctima; y que también defienden que “cualquier adulto debería ser acusado en caso de usar identidades falsas en las redes sociales para acusar a otros usuarios”.

Un plan que tiene lugar justo después de que la modelo Chloe Madeley recibiera amenazas de violación en Twitter y el motivo por el que esta legislación ya está siendo apodada como Ley Chloe. “Estos trolls de Internet son unos cobardes que están envenenando nuestra vida nacional”, comentaba el ministro de Justicia británico Chris Grayling en un artículo en el Daily Mail.

Pero la iniciativa de Reino Unido (todavía por resolver) no es única en su especie, sino que también hay otros países como Nueva Zelanda que ya han convertido a los trolls en criminales. Esta última, de hecho, lo hizo en julio del año pasado mediante la llamada Harmful Digital Communications Bill. Una ley que, según Javier Prenafeta, abogado especialista en Derecho Digital y socio de Abanlex, "tilda de troll a cualquiera que exprese racismo, sexismo, homofobia, discriminación por alguna discapacidad, sea intolerante con las diferentes religiones y publique un texto que pueda causar una angustia emocional seria”.

Un sentimiento (este último) muy relativo que parece depender de las consecuencias y está sujeto a diversas interpretaciones en función del sujeto, etcétera. Entre otras cuestiones, la norma establece que incitar al suicidio puede ser penado con hasta tres años de cárcel. Los castigos tampoco se quedan atrás, pues las multas ascienden hasta los 33 mil euros e incluyen a redes sociales de la talla de Twitter y Facebook si no son capaces de borrar cualquier ofensa en un periodo no superior a las 48 horas.

Definición y perfil psicológico del troll

En todo caso y para analizar la situación, no podemos dejar de explicar qué es exactamente a lo que nos estamos refiriendo con la palabra “troll”. Así y ya en el departamento de lingüística de la Universidad de Lancaster, lo consideraron como “alguien que aparenta el deseo sincero de formar parte de una comunidad pero cuyo único propósito es el de irrumpir en la conversación o crear un conflicto con el fin de entretenerse”.

Una definición que ha ido cambiando a lo largo de la historia. De hecho, el concepto resultaba mucho más light a principios de los 90, cuando nació el término por primera vez en uno de los grupos más populares de Usenet: alt.folklore.urban. Un colectivo en el que los usuarios más avanzados empezaron a publicar una serie de "temas trampa" que solo los recién registrados en la plataforma podían comentar. Una broma que fue bautizada como “trolling for newbies” que únicamente buscaba tomarles el pelo y que ha evolucionado mucho desde entonces.

Así y en la actualidad, no solo existen esta clase de trolls, sino que los hay directamente hirientes, meticulosos, agresivos, incongruentes, “expertos”, disruptivos y mucho más. Unos individuos, que habitualmente responden a un patrón concreto: hombres con escasa capacidad para sentir empatía por quienes se encuentran al otro lado y se han convertido en blanco de sus palabras envenenadas.

"En todo caso, se trata de personas que están utilizando las redes de una manera disfuncional para sentirse mejor, algo que no hace más que evidenciar sus problemas de fondo, sus traumas, carencias e inseguridad en sí mismos”, comenta Amparo Cervera, nuestra psicóloga de cabecera. “Una falta de amor que adopta esta forma –como podría haber sido cualquier otra adicción- y que, evidentemente, requeriría de un abordaje experto”.

“De la misma manera que cualquier acosador emplea este método para tener el control o un drogodependiente se decanta por las drogas para sentirse bien, los trolls optan por vilipendiar al resto en una realidad virtual paralela que, en ocasiones, consigue desplazar a la que les ciertamente les rodea”, apunta. Una forma de “dominación” que necesitan, tanto para recibir aprobación y pertenencia, como para que se les reconozca un supuesto “prestigio”, en una mezcla de elitismo y narcisismo exacerbados.

Qué dice nuestro Código Penal

Su personalidad y acciones suponen un problema, sobre todo si tenemos en cuenta los estragos que son capaces de crear en determinadas víctimas que, incluso en casos graves, pueden llegar a desarrollar depresión y otras consecuencias típicas del acoso. Precisamente el motivo principal por el que algunos países como el Reino Unido están considerando juzgarles como auténticos criminales.

Nuestro Código Penal, sin embargo y aunque fue modificado en octubre del año pasado, únicamente contempla una serie de casos muy concretos como el porno vengativo, las amenazas reales –con el correspondiente perjuicio- y todo lo que tenga que ver con la violencia doméstica; unas cuestiones que Prenafeta, nos explica con más detalle.

“En esta reforma sí que se aplican una serie de refuerzos que se podrían aplicar a los trolls”, comenta. “Todas las calumnias se consideran delitos, pero no sucede lo mismo con los delitos. Por ejemplo, llamar a alguien hijo de p***, por ejemplo, no lo sería".

Además y según nos cuenta, merece la pena destacar “todo lo que atañe a los delitos de odio […], en los que se incluye la discriminación racial, las humillaciones y menosprecio por motivos de raza, origen, orientación sexual, minusvalía, religión y situación familiar”. Algo que hasta hace poco “no estaba claro” y que ahora se encuentra sancionado con penas que van desde los seis meses hasta los dos años.

Respecto al caso de Nueva Zelanda, nuestro experto presta especial atención a la incitación al suicidio, un hecho no castigado en España a no ser que realmente se produzca, “si tiene éxito” y se produce la defunción de la víctima.

Silvia Barrera Ibáñez, inspectora de la Policía Nacional y Jefa de la Sección Técnica de la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) pone el punto de inflexión en la propia definición de troll pues, como comenta “la definición tal y como se conoce, no deja de ser una conducta no delictiva; simplemente se trata de un individuo que tiene distintas finalidades (incomodar, incordiar, llamar la atención, molestar), pero nunca sin llegar a cruzar la línea de lo delictivo”. “Si lo consideramos desde este punto de vista, una actuación policial sería excesiva”.

Ahora bien, si se dedica a acosar y excede el ámbito de la libertad de expresión, o “incluso llega a ser tan molesto” que provoca que la persona se borre el perfil, etcétera, se trataría de una coacción; algo que sí que sería un delito. La profesional considera, de hecho, que solo se trataría de un criminal en el momento que rebasa esta frontera de la que habla.

Por otra parte, existen muy pocos casos famosos, incluso de amenazas, a través de la red. Uno de los más significativos fue el del tuit dirigido a Rajoy, un mensaje que rezaba, tal cual: “Voy a matar a @marianorajoy y a todo militante del @PPopular que vea por la calle #estoesunarevolución”. Y si bien se encontró al sospechoso, no pudo ser detenido. ¿La razón? Que fue ingresado en un psiquiátrico un día antes de que las autoridades lo identificaran. Su situación penal actualmente es un enigma.

En todo caso, este ejemplo no es único en su especie, pues no podemos dejar de recordar los que, en 2014 ya publicaba el último agresor del político; sí, aquel joven de 17 años que le dio un puñetazo a finales del pasado diciembre. Un sujeto que un año antes se la jugaba en la comunidad de microblogging de la mano de comentarios como “Voi a hacer un atentado en sede del PP” y más. En esta ocasión, evidentemente, se habrían convertido en una amenaza real.

¿Existe una solución?

El problema y tal y como destaca Barrera, es que los responsables, “las redes sociales, por ejemplo, “al final no son todo lo duras que corresponde con esta clase de prácticas […] de hecho, aunque las víctimas reporten los perfiles y amenazas varias veces, los acosadores se vuelven a abrir cuentas y la comunidad lo único que responde es que no considera que no ve que vaya más allá de la libertad de expresión”.

No podemos evitar comentar que, "en Estados Unidos, donde se ubican estas empresas, la libertad de expresión está celosamente guardada, por lo que es muy difícil encontrar una línea donde cortar. Lo que está claro es que no se debería cuestionar a un usuario cuando reporta la conducta negativa de otra persona. No es ella la que tiene que juzgar, debería ser automático en cuanto se produzca un número reiterado de ellas”, indica.

La inspectora, asimismo, afirma que la solución no estriba en la criminalización: “tenemos la tendencia de penarlo todo”, y plantea soluciones alternativas como la implantación de medidas que repercutan directamente sobre estas comunidades y que las obliguen a establecer unas medidas básicas al respecto, como el bloqueo de determinadas IPs, “aunque solo sea para incomodarles momentáneamente”. Una tarea que sería labor de los distintos órganos gubernamentales.

“¿Qué es lo que pasa?”, se plantea, “que una red social no deja de ser un negocio, y si establece unas líneas muy precisas la gente no la va a utilizar”. La policía también plantea el incremento de las multas para tratar de solucionar la cuestión, algo que resulta más rápido y ágil que un proceso penal, especialmente si tenemos en cuenta “lo rápido que puede crearse una persona un perfil nuevo en una red social y lo lentos que son los medios de los que disponemos”. “La solución no es llevarlo al Código Penal”, remata. “No es el camino”.

Prenafeta apunta en la misma dirección y recalca la duración de esta clase de procedimientos que, “en España suelen durar, al menos, nueve meses”. “No creo que haya que atacar mucho a nuestra legislación, porque todas esas conductas de acoso y la actividad del troll que realmente es grave está recogida, salvo el tema de los insultos”. Además, indica, “la gente se piensa que el Derecho Penal se lo va a solucionar todo y, a lo mejor, hay cosas que no tienen por qué ser delito”.

La gente se piensa que el Derecho Penal se lo va a solucionar todo y hay cosas que no tienen por qué ser delito

Curiosamente y hace tan solo un par de días, la propia Facebook anunció que estaba trabajando en una herramienta para acabar con los trolls. Un sistema centrado en la identificación de las suplantaciones de identidad, es decir, en aquellos casos en los que un usuario intente hacerse pasar por nosotros; pero que también detectará cualquier tipo de actividad sospechosa y que nos informará de la misma.

Un proceso de verificación que nos enviará inmediatamente un mensaje que tratará de confirmar qué está ocurriendo. En todo caso, se diferencia de otros métodos en que la plataforma de Zuckerberg promete revisar cada uno de estos perfiles sospechosos de manera individual. Un proceso, sin duda tedioso que no resulta fácil de implementar y un servicio en el que la compañía lleva trabajando desde octubre del año pasado.

De hecho y fruto de la repercusión de casos tan mediáticos como el de Edward Snowden, Julian Assange y Kim Dotcom, la comunidad virtual anunció entonces un nuevo sistema de notificaciones que nos alertaría cuando un gobierno espiase nuestra cuenta. Unas alertas que animarían al usuario a tomar precauciones, revisar contraseñas, etcétera.

Una característica que, en nuestra humilde opinión, se queda corta, especialmente porque a finales de 2012 la red ya reconoció que tenía decenas de millones de cuentas fraudulentas. Por no hablar de las posibles consecuencias, pues estas pueden ser empleadas para publicar fotografías que comprometan a sus víctimas, para dirigirse a otro sin ser identificado, y una larga lista de inconvenientes que ya puedes suponerte.

Qué podemos hacer

No obstante las sugerencias y por fortuna, existen otras maneras de frustrarles. Sí, prepárate para frotarte las manos y suspirar de placer, porque hacerlo es posible, y desde mucho antes de lo que imaginas. De hecho, ya en 2008 algunos usuarios de SimpleMachines hablaban de la aparición de la creación de un sistema conocido como Ghost Posting que funciona con distintos CMS y que, como su propio nombre indica, convierte a los trolls en fantasmas, es decir, volviendo invisibles sus comentarios al resto de lectores.

Una técnica llamada "hellbanning" que también usa Drupal con su proyecto Cave, y que el desarrollador de Stack Overflow, Jeff Atwood afirma que puede llevarse a su punto más álgido de la mano de un contexto en el que solo ellos puedan comunicarse, un mundo paralelo con una crueldad elaborada a su medida.

Otros métodos útiles que pueden llevar a cabo los administradores (y que van más allá del baneo) son la implementación de un sistema de votos negativos ficticios –o confuse banning-, la reducción de la velocidad de carga de la web para estos individuos, o la “hoyganización” de sus mensajes.

Con esto último nos estamos refiriendo al empleo de un script (script_hoyganizador.js) que transforma sus comentarios en frases sembradas de ortografía –"hoygan" es el término que se mofa del “oigan”-, sin que él mismo lo detecte. Sí, porque solo el resto de habituales de la web podrán verlos de este modo. Algo que le valdrá una dosis de su propia medicina.

Al margen de estas medidas como administrador, resulta imprescindible informar a los responsables de la web de la presencia de este troll, así como no alimentarlo (“no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, ya lo dice el refrán). En todo caso y aunque así, sea, no te lo tomes de manera personal y ten en cuenta que, probablemente, quien se encuentra tras estos comentarios, sea un pobre –y malintencionado- desgraciado.

Imágenes | Pixabay

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