Desde un tiempo a esta parte están apareciendo bastantes aplicaciones que hacen innecesarias o imposibles las actualizaciones manuales. Es decir, que se actualizan solas, sin conocimiento ni consentimiento del usuario. Buenos ejemplos son Google Chrome o Spotify, con unos sistemas similares que aseguran que siempre estamos al día.
En Ubuntu se está pensando en adoptar un sistema similar para su distribución. Así, pasarían de las nuevas versiones cada seis meses con ocasionales parches de seguridad a una actualización de funcionalidades/seguridad casi diarias. Por ahora no planean ser tan disruptivos al principio, sino solo ofrecer actualizaciones diarias de diversos paquetes, pero estoy seguro que al cabo de un tiempo ese es el camino que van a seguir. ¿Cuántas aplicaciones harán lo mismo?
Este avance tiene una lógica implacable: las actualizaciones manuales son una molestia para el usuario. Por mucho que podamos discutir, en un mundo donde internet es ubicuo, es el camino que hace la experiencia de usuario más placentera. La razón principal por la que un usuario no se actualiza no es porque no quiera, sino porque es aburrido y no tiene ningún incentivo. Dejar esa tarea de mantenimiento al desarrollador libera al usuario de tener que preocuparse de una cosa más.
No hay que olvidar tampoco que el usuario medio gana en seguridad al instalar los parches de seguridad lo más rápido posible. Además, indirectamente los desarrolladores de extensiones/complementos también se aprovechan al tener que soportar solo una versión, la última.
El modelo que pretenden imitar es el de las aplicaciones web, dónde no controlamos ni cuándo ni el qué se actualiza, sino que siempre ejecutamos la última versión disponible. Por ese motivo no es difícil comprender por qué las primeras aplicaciones en adoptar este sistema son las que no tendrían sentido sin Internet. Y no es nada descabellado proclamar a estas alturas que la amplia mayoría de aplicaciones se están desarrollando con Internet como nexo común.
De esta manera las versiones dejarían de tener sentido como grandes hitos de una pieza de software, algo que ya ha pasado con Chrome/Spotify y que seguramente pasará con Ubuntu. Lo importante son las capacidades de ese software, no la etiqueta heredada de una estrategia comercial destinada a vender un producto ligeramente diferente cada año. Si bien pueden ser útiles para el equipo de desarrollo, son incluso contraproducente para el usuario medio.
Mientras tanto, el lado oscuro es la pérdida de poder del usuario, que deja de tener la elección de lo que hace su software. Personalmente me gustaría tener una opción que deshabilitara este comportamiento, aunque por defecto se actualizara solo. De manera similar a deshabilitar características fundamentales como las cookies o el javascript en tu navegador: tienes la opción de hacerlo pero tu experiencia en la web será muy deficiente.
Lamentablemente creo que solo el software libre podría dar soporte a este comportamiento, en tanto en cuanto a las empresas desarrolladoras les convenga limitar la libertad de movimientos del usuario. ¿Cuántas páginas web permiten elegir la versión que usas? Prácticamente ninguna, y las que lo hacen normalmente te dejan elegir dos versiones durante un corto período de transición.
¿Por qué iba a ser diferente en una aplicación de escritorio? En principio parece una suculenta barrera a la piratería de software, minimiza la explotación de los agujeros de seguridad y facilita el soporte técnico. Este cambio fundamental repercute en un nuevo modelo de desarrollo que facilita la inclusión de mejoras incrementales. Modelo que se está probando más robusto, ágil y flexible que el tradicional, estancado en el pasado.
El principal y único escollo que los desarrolladores pueden encontrar a ese proceso puramente automático es que pierden la oportunidad de vender cada año una nueva versión. Pero las páginas web han demostrado que tienen a su disposición no solo el pago único, sino un amplio abanico de posibilidades comerciales más lucrativas: suscripciones mensuales/anuales, diferentes perfiles, pago por funcionalidad, etc. ¿Qué empresa no preferiría pagar 15 euros al mes por tener siempre la última versión de Office o Photoshop frente a centenares de euros iniciales? ¿Quién ha dicho Software como Servicio?
Y aquí es dónde entra la tienda de aplicaciones a lo AppStore. Si estamos deshaciéndonos de una funcionalidad para ganar en experiencia de usuario, no tiene sentido perder lo ganado replicando miles de sistemas de pago ligeramente diferentes que amedrenten a los usuarios. Con un punto de venta común y una experiencia homogénea los usuarios tienen más predisposición a comprar aplicaciones, como se está comprobando.
No es que me emocione especialmente este futuro centralizado, pero es indudable que funciona. Y es un modelo ideal para que el desarrollador no se tenga que preocupar de los aspectos técnicos de la distribución de su software. Si un software necesita ser actualizado cada par de días por toda su base de usuarios, la infraestructura necesaria y los gastos en servidores estarían al alcance de muy pocos. De hecho, estoy seguro de que esta es una de las razones por las que aún no están completamente popularizadas las actualizaciones automáticas.
Resumiendo, con toda seguridad no sea ni este año ni los próximos cinco años, pero las actualizaciones manuales o semiautomáticas tal y como las conocemos están destinadas a desaparecer. Cuanto más tarde un desarrollador en aceptar este hecho, más ventaja competitiva está dando a las alternativas a su producto.
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