Más de un millar de webs se declaran hoy culpables de ofrecer descargas

Más de un millar de webs se declaran hoy culpables de ofrecer descargas
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Los responsables de 1.170 páginas webs, que conforman la conocida como 'La lista de Sinde' se declaran hoy culpables de facilitar el intercambio de archivos ante el Ministerio de Industria. Esta misma mañana, según anuncian en su web, se ha realizado la entrega presencial de la mencionada lista, que sigue una iniciativa de "desobediencia digital" contra la Ley de Economía Sostenible (LES) que el gobierno quiere aprobar, impulsada por la Ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde.

Esta iniciativa, que se inició el pasado mes de diciembre, ante las medidas incluidas en el anteproyecto de la mencionada ley, que contempla la creación de una comisión administrativa para determinar si una web infringe los derechos de autor. Así, surge 'La lista de Sinde' como respuesta al listado de 200 webs que la Coalición de Creadores e Industrias de Contenidos, envió el pasado mes de octubre al Ministerio de Industria.

Según afirman en Hacktivistas, la entrega de esta lista se realiza en este Ministerio porque:

A estas alturas ya está claro que Sinde no es más que una marioneta dispuesta a quemarse políticamente ahora que ya se ha garantizado una buena parte del pastel de subvenciones públicas para seguir haciendo peliculas para el sector privado.

Asimismo, piensan que quienes verdaderamente manejan esta situación y son los máximos responsables de que se lleve a cabo, son tanto el Secretario General de Telecomunicaciones, Francisco Ros, como el propio Ministro, Miguel Sebastián.

La iniciativa ciudadana articulada en torno a la página web 'La lista de Sinde' pretende recuperar una de las mejores tradiciones históricas del activismo: la autoinculpación, así lo manifiesta Carlos Sánchez Almeida, en su blog El abogado del Navegante, donde además afirma que:

Enlazar y desenlazar es algo tan natural en la Red como enamorarse o desenamorarse en la vida real; perseguir el enlace en Internet es tan ridículo como lo fue en su día perseguir el adulterio.
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