LlaMa 2, el ChatGPT de Meta, se presenta como 'open source', pero es falso: no cumple las normas para serlo

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Ayer, Meta presentaba su nuevo modelo de lenguaje, LlaMa 2, destinado a competir con GPT-3.5/4. Entre los elementos distintivos de esta nueva IA frente a sus rivales, la propia Meta destacaba en su presentación su naturaleza de "IA open source" —y la mayoría de los titulares al respecto han mencionado ese dato—, y el hecho de que esta versión, al contrario que la anterior, estaba disponible también para uso comercial.

Pero resulta que hay un problema de concepto aquí.

En primer lugar, ambos datos (open source y libre uso comercial) no aparecen vinculados: LlaMa 1 no incluía el segundo y, aun así, ya se presentó en su momento como 'open source'.

En segundo lugar, es falso que la versión 2 de LlaMa ofrezca libre uso comercial. Por el contrario, su licencia de uso contempla una limitación grave del mismo.

Y es que, si el servicio que va a hacer uso de este modelo de IA tiene, a fecha de su lanzamiento (de ayer, vamos) al menos "700 millones de usuarios activos mensuales", la compañía que pensara hacer uso de este nuevo modelo de IA,

"deberá solicitar una licencia a Meta, que Meta podrá concederle a su entera discreción, y usted no estará autorizado a ejercer ninguno de los derechos previstos en el presente Contrato a menos que o hasta que Meta le conceda expresamente dichos derechos".
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¿Pero a qué llamamos 'open source' entonces?

Si estás frunciendo el ceño porque no entiendes qué tiene que ver el uso comercial con la condición de código abierto, que todos relacionamos con colaboración voluntaria, proyectos sin ánimo de lucro, y todo eso… bueno, lo cierto es que el código abierto no trata (sólo) de eso. Y la propia Open Source Initiative se lo ha tenido que recordar a Meta:

"Enhorabuena, pero tened cuidado con vuestro lenguaje: la licencia autoriza solo algunos usos comerciales. El término Open Source tiene un significado claro y bien entendido que excluye la imposición de restricciones al uso comercial".

Así es. La definición tradicional de 'open source' se basa en las siguientes 10 características, fijadas en 2007 a partir  de las 'Directrices de software libre de Debian' (DFSG):

  1. Redistribución gratuita.
  2. Incluir y redistribución del código fuente y del ejecutable.
  3. Permitir modificaciones y obras derivadas.
  4. Restringir la distribución de modificaciones del código fuente sólo es posible cuando se permite la distribución de "archivos de parches"
  5. No discriminación contra personas o grupos.
  6. Sin discriminación contra campos de actividad específicos.
  7. Los derechos adjuntos al programa deben aplicarse a todos aquellos a quienes se redistribuye el programa.
  8. La licencia no debe ser específica de un único producto final.
  9. La licencia no debe restringir otro software.
  10. La licencia debe ser tecnológicamente neutral.

Como habrás adivinado, el problema radica en la violación del principio 6, que afecta tanto a los que pretenden limitar que su software se use —por ejemplo— "en instalaciones militares", como a los que pretenden establecer límites con base en el número de usuarios del servicio o compañía.

Pero, dado que una vez que empiece a circular el modelo de Meta (va a poder descargarse y usarse localmente si tu hardware lo permite) deberían poder distribuirse sin limitaciones (puntos 1 y 2)…

a efectos prácticos la exigencia de la licencia de Meta viola también el principio 7, pues obliga a que algunos de los que acceden al programa tengan que adquirir una licencia específica.

Obviamente, la libertad de uso y modificación de LlaMa (1 y 2) es muchísimo (pero muchísimo) mayor que la de los modelos GPT (vergüenza debería darte con ese nombre, OpenAI), pero no se ajusta a la definición 'de toda la vida' de 'open source' porque sigue, en definitiva, sin ser lo suficientemente 'open'.

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