Monitorizar las pausas del baño llevó a la 'obediencia maliciosa' de todos los empleados y un coste que ya supera los 50.000 dólares

Aquí un ejemplo práctico de cómo la desconfianza y la microgestión pueden convertir un entorno laboral funcional en un ecosistema de miedo, silencio y sabotaje pasivo

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Marcos Merino

Editor

Recientemente, en un hilo de Reddit, un usuario relataba cómo su empresa había instalado sistemas de escáner de identificación en cada puerta con la supuesta finalidad de "mejorar la seguridad". Dos semanas después, la dirección comenzó a convocar reuniones individuales para cuestionar por qué ciertos empleados "se ausentaban tanto de sus escritorios".

Revelaron así lo que muchos habían sospechado ya: que la motivación no era la seguridad, sino la vigilancia. Y así, la compañía había comenzado a registrar cada pausa para ir al baño, cada minuto de almuerzo y cada movimiento dentro de las instalaciones.

Se llegó al punto de que incluso los trabajadores con problemas médicos —como una empleada con síndrome de intestino irritable— fueron objeto de reproche por sus pausas.

Cuando la productividad se confunde con el control

Se trata de una paradoja que se repite (y cada vez más) en innumerables empresas: al intentar maximizar el rendimiento mediante el control minucioso, los directivos terminan generando el efecto contrario.

Resulta que, antes de la implementación del sistema de seguimiento, los empleados solían comunicarse de forma natural: si veían un problema, se lo comentaban al jefe; si surgía una idea, cruzaban el pasillo para compartirla.

Dado que, después, cada desplazamiento se percibía como sospechoso, el resultado fue un colapso de la comunicación interna. Nadie quería moverse ni tener que dar explicaciones sobre su paradero.

El usuario de Reddit pone un ejemplo ilustrativo: el de una máquina se estropeó porque nadie quiso "alejarse del escritorio" para avisar sobre los ruidos extraños. La reparación le costó a la compañía 50.000 dólares. Cuando la dirección preguntó por qué nadie había dicho nada, la respuesta fue tan simple como lógica:

"No queríamos que pareciera que estábamos fuera de nuestros escritorios demasiado tiempo".

Y así, una medida diseñada para ahorrar un mísero puñado de minutos, acabó costando mucho más, tanto en tiempo como en dinero. Y, de paso, destruyó la confianza y el ambiente de colaboración dentro de la oficina.

Cuando sólo cabe la 'obediencia maliciosa'

Para intentar revertir la situación, la empresa tuvo una gran idea. No, no desmanteló el sistema de vigilancia, sino que optó por organizar "sesiones obligatorias de colaboración". El objetivo era fomentar la comunicación perdida. El resultado: una sala llena de empleados en silencio, mirando el reloj.

Los usuarios del foro celebraron la respuesta de los trabajadores: cumplir exactamente con las órdenes absurdas de la dirección para demostrar su sinsentido (lo que suele denominarse 'obediencia maliciosa'). La situación descrita es una lección viva de la llamada Ley de Goodhart:

"Cuando una medida se convierte en un objetivo, deja de ser una buena medida".

Al centrar la evaluación del desempeño en métricas cuantificables —tiempo en el escritorio, minutos en el baño, velocidad de respuesta—, las organizaciones transforman el comportamiento humano en un conjunto de cifras que ya no son un reflejo de compromiso ni de eficiencia (tornados ahora en miedo y conformismo).

Vigilancia

El espejismo del "capitalismo racional"

Uno de los comentarios más destacados del hilo ponía sobre la mesa de que las empresas no siempre actúan por motivos estrictamente económicos, ni siquiera en este caso. A menudo, planteaba, el objetivo real es mantener jerarquías de poder y demostrar autoridad, incluso a costa de pérdidas.

Este fenómeno, que podría parecer irracional, se repite históricamente: compañías que obligan a volver a la oficina pese a que el teletrabajo resulta más rentable; despidos masivos que hacen bajar la moral y reducen la productividad de los que permanecen en la plantilla, etc.

El precio psicológico del 'panóptico'

Y es que la vigilancia constante no hace sino convertir el entorno de trabajo en un espacio de ansiedad: los estudios sobre monitorización tecnológica demuestran que los empleados bajo observación continua experimentan más fatiga, menor creatividad y una caída drástica en la iniciativa personal.

El sociólogo Michel Foucault ya lo había advertido en su libro 'Vigilar y castigar': el panóptico (entorno que facilita la vigilancia constante) no solo controla el cuerpo, sino que internaliza la vigilancia en la mente del individuo. El trabajador termina comportándose como si siempre estuviera siendo observado, aunque no lo esté.

Imagen | Marcos Merino mediante IA

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