En noviembre de 2024, Gates compartía en el pódcast What Now? de Trevor Noah su visión optimista de una semana laboral de tres días, impulsada por el uso de la inteligencia artificial. El filántropo sostenía que la tecnología podría liberar a las personas del trabajo más pesado y permitirles disfrutar de más tiempo libre.
Sin embargo, advertía que aún faltaba mucho para que esa utopía se hiciera realidad: "todavía no estamos preparados", decía entonces, y señalaba el dinero como el gran obstáculo. La adopción de la IA requería fuertes inversiones en tecnología y formación, un desafío que ni las empresas ni los gobiernos estaban listos para asumir.
Sin embargo, unos meses después, ya en 2025, Gates ha ido mucho más allá. En distintas entrevistas, entre ellas en The Tonight Show with Jimmy Fallon y conversaciones con el profesor de Harvard Arthur Brooks, el cofundador de Microsoft afirmó que la IA avanzará tan rápido que en una década podríamos trabajar solo dos días por semana.
"Los humanos no serán necesarios para la mayoría de las cosas"
En apenas un año, Bill Gates ha pasado de imaginar un futuro con tres días de trabajo por semana a predecir que en tan solo una década trabajaremos únicamente dos. Su cambio de tono refleja no sólo el acelerado desarrollo de la inteligencia artificial (IA), sino también la magnitud del impacto que esta revolución tecnológica podría tener sobre nuestras vidas, el empleo y la economía global.
Y es que Gates sostiene que, al ritmo actual de innovación, las máquinas asumirán 'la mayoría de las tareas' humanas. En su charla con Fallon, reflexionaba:
"¿Cómo serán los empleos? ¿Deberíamos trabajar sólo dos o tres días por semana?"
Para Gates, la IA resolverá muchos problemas estructurales —desde la falta de médicos o profesores hasta la productividad industrial— pero, al mismo tiempo, planteará preguntas inquietantes sobre el papel de las personas en un mundo donde la 'inteligencia' se vuelva un recurso gratuito y ubicuo.
El empresario prevé que quedarán muy pocos trabajos exclusivamente humanos, quizás aquellos ligados a la creatividad, las relaciones personales o el entretenimiento, como el deporte profesional:
"No querremos ver a ordenadores jugando al béisbol".
Una revolución tan profunda como la industrial (pero más veloz)
Gates compara el impacto de la IA con el de la Revolución Industrial, aunque reconoce que la velocidad de cambio será mucho mayor. Ya no se trata solo de automatizar tareas manuales, sino de replicar el pensamiento humano: la automatización cognitiva —desde diagnósticos médicos hasta la enseñanza personalizada o la redacción de informes— transformará sectores enteros en cuestión de años.
Como explicó a Arthur Brooks, nos adentramos en una era de "inteligencia gratis", en la que el conocimiento especializado estará al alcance de cualquiera gracias a los modelos de IA avanzados. Esto democratizará el acceso a la información, pero también podría acelerar la concentración de riqueza y ampliar la brecha social si los beneficios no se reparten equitativamente.
Una balanza de ventajas y riesgos
El escenario que dibuja Gates no es del todo pesimista. Según él, una jornada de dos días permitiría niveles de bienestar y productividad inéditos. Las personas podrían dedicar más tiempo a sus familias, su salud y su desarrollo personal. Pero tampoco son todo promesas de ocio y abundancia (ahí está el citado riesgo de agravar las desigualdades económicas).
A esto se suman los dilemas éticos de la automatización total: ¿qué valor tendrá el trabajo humano? ¿Cómo se sostendrán los sistemas fiscales y de pensiones si las máquinas producen la riqueza? ¿Qué pasará con quienes no puedan adaptarse a la nueva economía digital?
Gates ha insistido en que será necesario repensar el significado del trabajo y diseñar políticas que garanticen una transición justa. La IA puede liberar a las personas, pero también podría marginarlas si los beneficios se concentran en unos pocos.
Vía | Fortune & The Express
Imagen | Marcos Merino mediante IA